Texto de Antonio Javier Abellán. "La representación de la ficción en las políticas de la autenticidad a la luz de los “Estudios del malestar” de José Luis Pardo. La distancia estética"

Antonio Javiér Abellán Cano es amigo y profesor de Filosofía en el I.E.S La Foia, de Ibi (Alicante). Nos ofrece este texto a propósito del concepto de "distancia estética". 

          A propósito de este capítulo segundo dedicado a las Vanguardias, me gustaría exponer una reflexión al respecto para su posible debate y corrección si fuera menester, reflexión que por cierto, no se circunscribe exclusivamente al mismo. Como bien sabemos, Pardo aborda en él la cuestión de la “distancia estética” como un concepto fundamental, no sólo en el ámbito específicamente artístico y estético, sino en cualquier otro ámbito, especialmente en los ámbitos político y ontológico. Ahora bien, ese programa general vanguardista consistente en disolver la distancia estética liquidando con ello la distinción entre el arte y el no-arte, disolución extrapolable tanto al ámbito ontológico como al político (especialmente a este último), o lo que es lo mismo; aquella “revolución” dirigida a suprimir la diferencia entre lo representado (el objeto natural) y su representación (ficción) en su significación más general, así como la distinción entre la mera función del objeto y su forma (en su sentido estricto) como toma de distancia necesaria para la posibilidad de la “crítica” (entendiendo por crítica en el contexto político por ejemplo, el ejercicio de llevar a cabo un análisis riguroso de la realidad política y mostrar con claridad las ideologías y mixtificaciones que en ese intento de disolución se consolidan) es paradójicamente a mi juicio, otra suerte de ficción o representación oculta bajo el prisma de las ideologías políticas.

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El objetivo de suprimir esa distancia que es en definitiva la búsqueda de la relación auténtica y directa entre objetos e individuos casi fundiéndose entre sí, prescindiendo de cualesquiera entidades intermediarias o “artificios”, categorizando las “representaciones formales” como “falsedades u engaños”  (especialmente en épocas de crisis), supondría una reducción ontológica importante, introduciendo con ello un determinado concepto de igualdad –esencialmente igualando y equiparando esferas- y una simplificación de entidades necesarias, olvidando cierta jerarquización. Y la supresión de ese “espacio”  se presenta como la solución a los problemas políticos y sociales, que vendría defendiendo cualquiera de los movimientos políticos fundamentados en las ideas hegelianas o, en este caso concreto, en las ideas hegelianas interpretadas bajo la luz de Marx y el marxismo. Como he apuntado anteriormente, esta posición, en definitiva, constituye a mi entender otra ficción más, pero en este caso una ficción de otra naturaleza; en concreto y para ser más exactos, un conjunto de ideas falseadas y falsificadoras de la realidad tal y como como apuntaba la acepción de ideología del propio Marx.
Para explicarlo traeré a colación a Platón y a Nietzsche (aunque a “grosso modo”), sobre todo por encontrar en ellos dos posiciones ontológicas muy significativas en relación al concepto de “distancia estética” planteado en el capítulo citado. Es más, es ciertamente interesante abordarlo desde la posición clásica “idealista” platónica y desde la “supuesta” posición “crítica” a la misma sostenida por Nietzsche, teniendo su pensamiento precisamente, una enorme repercusión en la denominada “filosofía posmoderna” (junto con el pensamiento de Marx) que ha sido uno de los pilares básicos de algunas de las corrientes políticas contemporáneas de la autenticidad. De este modo, considero que tanto Nietzsche como Platón admiten en el plano ontológico una estrecha relación entre dos partes o entidades (que son lo representado y su representación) en dónde una de las partes es siempre ficción, pero una ficción necesaria (que es lo que viene a ser una representación), siendo igualmente necesario el hecho de ser conscientes de ello. Ahora bien, cada uno de ellos opta por dar primacía a una de las partes sobre la otra.  Platón ya establece esa distinción como necesaria, como una distinción inevitable para poder concebir la realidad adecuadamente y una organización de la “polis” ajustada a ella, esto es, siempre hay una relación de participación entre los objetos (lo representado) y su representación formal, en la que el objeto es la ficción y su representación formal lo real, el modelo objetivo.
No entraré en consideraciones acerca de las distintas interpretaciones sobre la filosofía platónica, pero considero que Platón con real aquí nos está indicando que aquello que sea la “verdadera realidad” es en definitiva, una relación entre las cosas y una ficción necesaria e inevitable que es su forma o representación formal (el criterio, el modelo), de ahí su eternidad e inmutabilidad, y es por ello por lo que no podemos eliminar esa “parte” de la relación, si al menos no queremos incurrir en un error.
La Idea entendida como ficción en el sentido indicado en todo caso estaría en el Logos, que es un artificio necesario. Estamos ante una relación de  distanciamiento inevitable. El Logos implica siempre que una de las partes de la relación es ficción, representación (y en esa dirección apuntaron más adelante tanto Nietzsche al pensar que el lenguaje encierra necesariamente metafísica, o Wittgenstein al establecer la diferencia entre el decir y el mostrar). Entre los conceptos y la realidad que representan hay una distancia inevitable. La ficción es ficción en tanto que artificio biológico llegados a este extremo, un artificio de la Razón. Ahora bien, Platón con su crítica a la poesía por ejemplo, al igual que Nietzsche como veremos a continuación, está otorgando un papel primordial a una de las partes implicadas en esa relación de “tensión” entre la representación y lo representado, considerando que el poeta quizás, no es capaz de establecer adecuadamente ese “distanciamiento crítico”, considerando quizás, que el poeta no es capaz de conocer aquello que sea la belleza cuando crea una obra de arte.
 Por otro lado, respecto a Nietzsche (metido por Pardo en esta obra dentro del saco de los “realistas”), considero que en esencia piensa exactamente igual que Platón respecto a esto que acabamos de exponer, aunque muchas “versiones académicas” indiquen lo contrario (las diferencias gravitan sobre  otros matices). Son las dos caras de una misma moneda. Nietzsche y antes muchos otros (como deja claro Pardo en su obra) ya pretendió liquidar esa “distancia” al considerar que lo real son los objetos naturales (manteniendo con ellos una relación directa) y lo ficticio sus representaciones, ahora bien; para Nietzsche estas representaciones también son representaciones necesarias para la “adaptación” de la especie al medio (para conocerlo), en definitiva, considera el Logos como una herramienta útil y necesaria para la vida (y en este concepto es dónde quizás radique la principal diferencia respecto a Platón) . De hecho ¿Qué son las metáforas y aforismos que tanto defendió y utilizó Nietzsche sino representaciones o  ficciones al fin y al cabo? ¿Y la poesía y la mitología con toda su carga simbólica? ¿Qué papel primordial tuvo la estética y el arte en la filosofía de Nietzsche?
Ahora bien, la clave aquí está en que Nietzsche haría especial hincapié en que hay que distinguir claramente el objeto natural y su representación ficticia siendo conscientes de ello en todo momento; esto es, considerando la ficción como lo que es, una ficción, aunque una ficción necesaria por su utilidad para la vida humana, siendo precisamente esa necesidad la que le confiere “realidad” y “objetividad”. El problema aparece cuando no somos conscientes de esa distinción o no somos capaces de establecer dicha distancia. El peligro de ello, precisamente radica en olvidar consciente o inconscientemente esa distancia, esa relación ontológica (que subyace también a toda relación política). Ahí estaría como bien sugiere Pardo en esta obra, el origen de todo totalitarismo al margen de cualesquiera interpretaciones.  Por tanto, creo que Platón lo que quiere indicar es esa idea, a saber; que esa ficción es real porque es inevitable y necesaria, es “útil”…es el criterio (el horizonte), que es lo mismo que piensa Nietzsche, solo que en este último queda de un modo más patente la necesidad de ser conscientes de esa diferencia y de las reglas de ese juego (en su caso particular, para el ejercicio de la voluntad del individuo en el mundo).
De hecho, Pardo afirma que la distancia estética (en su acepción general) es la capacidad de distinguir  entre la realidad y la ficción (su representación), y que esa facultad es la condición indispensable para apreciar la “profundidad” de la representación “ilusoria” que implica, aceptando de ese modo el observador o el lector de una obra (incluso aquel que analice y/o piense cualquier sistema político y a aquellos que lo gestionan), el pacto tácito con el autor de las reglas del juego propuestas. No podríamos funcionar sin “intermediarios”, esto es, sin “artificios”. Ahora bien, dicho esto, obviamente las diferencias entre ambas concepciones radicaría en la orientación antropológica que defiende cada uno de ellos a la luz de esta concepción ontológica.
Por tanto, y volviendo al hilo de la obra para concluir con la reflexión, cabe decir que el intento vanguardista y su correlato político (comunista), así como los diferentes “ismos” históricos de los que habla Pardo (incluso cualquier política posmoderna de la autenticidad heredera de aquellos) cuando elabora su discurso intentado suprimir esa distancia estética, que es en definitiva, una distancia ontológica, está incurriendo igualmente en una toma de distancia estética y ontológica, olvidando esa diferenciación fundamental, introduciéndose y asentándose de ese modo ideologías políticas y mixtificaciones varias. Considero que no se puede dar esa relación directa sin falsear la realidad. En este punto convendría recordar que Kant afirmaba que no podemos conocer el Noúmeno; de este modo,  la “distancia estética” también es un límite y/o una condición de posibilidad.
 Pardo agradecía que el programa vanguardista no llegara a tener éxito, puede que todos nosotros también, pero en el plano ontológico creo que no es posible, ni siquiera en el político, solo que el intento por la realización efectiva de esa aniquilación, en el plano político siempre conlleva gravísimas consecuencias, solo tenemos que asomar la nariz a ese vagón de tercera clase del tren de la Historia que menciona Pardo en su libro para averiguarlo (si es que acaso podemos). En definitiva, considero que  la aniquilación de esa distancia solo es posible en el plano ideológico del discurso construido y enarbolado por todos estos movimientos políticos de la autenticidad, llámense nacionalismos, comunismos, fascismos, anarquismos…"

Comentarios

  1. Manolo.- Isidro, esengañate. Ven pa cá que te explico a Platón.
    Isidro.- A platón? y quié es ese gachó?
    Manolo.- Platón el de las anchas espaldas parte, fragmenta, abre, raja la realidad para asentar en el hueco la posibilidad de lo humano. La estructura dual de nuestra representación del mundo, la perspectiva doble, no es herencia exclusiva de algunos filósofos o de extravagantes religiosos, sino que también es el modo más eficiente y eficaz de crear y de relacionarnos con el tiempo y el territorio habitado, es decir, también con la historia y la política (de polis).

    Es además la forma humana de percibir el comportamiento de cualquier ente, sea mineral, vegetal, animal o ideal, es pues una herramienta perfecta para interpretar los acontecimientos metafísicos y los rutinarios, esos que se hacen sin necesidad de pensar.

    Platón el de las anchas espaldas dobla la realidad sobre una visagra para obtener una selección de lo valioso que permita la supervivencia del individuo y de la especie en el insondable abismo donde con nosotros también habita el no-ser...ya que Todo es Uno.

    Isidro.- Pos claro. Naturaca. Lo que yo penseque de siempre. Y el que diga otra cosa le achanto la mui. Andaque. Y has visto al Niche ese?
    Manolo.- El Niche lo que pasa es que tie mucha presopopeya.
    Isidro.- Eso digo yo que se aprovecha de las cercunstancias.
    Manolo.- Anda. Vamonos pa la Latina que estoy abonao. Y actua el Pardo que paece majo.

    Salud.

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